"17 de mayo de 2020:
Centenario del escritor Aquiles Nazoa"
Gran escritor, compositor, periodista, y por sobre todo, venezolano emprendedor, que a pesar de su difícil y precaria niñez, fue capaz de forma autodidácta aprender, comprender y lograr ser la persona que soñaba ser. Este año, el Ministerio del Poder Popular para la Educación, rinde homenaje a este representativo venezolano del siglo XX cuya vida y obra popular nació para ser contada.
Todas las promociones a egresar en el 2020, llevan por epónimo el recuerdo de su nacimiento.
Aquí su historia...
Nace en Caracas el 17.5.1920
Muere en la Autopista Caracas-Valencia el 25.4.1976
Aquiles Nazoa es uno de los autores venezolanos más queridos por las venezolanas y los venezolanos. Nació en Caracas, en el barrio El Guarataro, el 17 de mayo de 1920.
Desde niño, realizó múltiples trabajos para ayudar a su familia que no poseía suficientes medios económicos. Fue guía de turistas, panadero, carpintero, telefonista, y entre estos oficios, se hizo escritor y periodista. Hoy lo recordamos sobre todo como un gran humorista y como un militante de las causas justas.
Fue un escritor comprometido, revolucionario. Pero no porque escribiera sobre la revolución. De hecho, son poquísimos los textos que hacen una mención directa a este tema. Él era un escritor revolucionario por su compromiso individual y colectivo, por la responsabilidad con que asumía la literatura, con que asumía su oficio de escritor. Sus cuentos, poemas, obras de teatro y ensayos no pretenden enseñar, ni adoctrinar a nadie.
Se dice también que Aquiles es un escritor popular, pero hay que tener cuidado con este calificativo. Los textos de nuestro poeta, si bien son sencillos, no son simples. Es popular porque usa un lenguaje coloquial, cotidiano; pero con ese lenguaje nos brinda una lírica compleja, llena de referentes que exigen imaginación, esfuerzo, estudio o lecturas previas. Lo que hace popular los textos de Aquiles es su autenticidad, la honestidad con que fueron escritos. Pensamos que sería un error pretender que Aquiles Nazoa escribía para que lo entendiera todo el mundo, así sin más, como si fuera un escritor demagogo. Sí escribía para todas y para todos, pero con respeto, pensando en lectoras y lectores inteligentes y sensibles.
Nazoa hablaba y escribía sobre los hechos de todos los días como si fueran un cuento, una fábula. Por eso lo llamaron el “poeta de las cosas sencillas”. Le escribió a los animales, a los personajes del pueblo, a todo aquello que los demás normalmente no le prestamos atención.
En 1956 fue perseguido por la dictadura de Pérez Jiménez y lo obligaron a salir del país. Se refugió en Bolivia donde estuvo hasta 1958. A la caída del dictador regresó a Venezuela y a principios de los años 60, durante el gobierno de Acción Democrática, es nuevamente perseguido por sus ideas y se refugia en el estado Aragua. Pero él hace de cada situación difícil una oportunidad para escribir, hacer amigos y crear.
Como sucede con la vida, esta se acaba un día, y así tuvo que ocurrir con Aquiles. El poeta Nazoa muere en un accidente de tránsito, en la autopista Regional del Centro, el 25 de abril de 1976.
Tomado de https://utopix.cc/pix/homenaje-a-aquiles-nazoa/
Mi madre en un pueblito de recuerdos. Autor: Aquiles Nazoa
Mi madre vive en un pueblito de recuerdos; yo algunos domingos me subo en el elefante del Libro Mantilla para ir a visitarla.
Allí vive mi madre entre las cuentas de colores que con los años se le han ido cayendo como hermosas gotas de sangre de su corazón.
Allí está ella pensativa, allí está ella muy joven y elegantemente triste, a tono su tristeza con la melancolía de la hora en que atardece en su pueblito de recuerdos.
Yo que amé siempre la tarde, pienso que a la envejecida luz de esa hora mi madre es el alma misma de la tarde; y cuando en esa actitud la he encontrado, me vuelvo de puntillas y llego a casa contando que en el pueblito de recuerdos donde vive mi madre, la tarde permaneció hoy largo rato con la mano en la mejilla.
Allí, como entre vestigios de jardín, vive mi madre entre sus últimos ovillos de sedalina, entre los irisados témpanos de cristal de la lámpara que nunca se compuso, junto a la cruz de palma bendita que en otros años poníamos en el patio dentro de un plato de agua cuando había tormenta.
Hay algo allí de primavera archivada, serán las flores secas que también hay, o bien aquella mota que aunque ya sin polvera conserva su ampulosidad de bailarina que ha engordado; en todo caso será de tanto vivir entre esas cosas por lo que la mirada de mi madre es lejanamente dulce y vagamente apagada, como sería si uno pudiera verlo, el nostálgico aroma de las galletitas Palmer´s.
A veces mi madre y yo nos vamos pueblo adentro, oyendo bajo nuestras pisadas el crujir de oro de las hojas secas, nos vamos a lo largo de ese territorio de oro, a veces ella y yo nos vamos, mirando yo caer las hojas secas que a lo largo de años y años de vivir en su pueblito de recuerdos, se le han ido desprendiendo de su anticuado vestido de flores a mi madre.
Vamos en un tranvía bajo la lluvia; pasajeros los dos de un puente que ella le dijo a papá que parecía un barco, mi madre quiere que nos detengamos donde está el vendedor de granizado para que yo me coma las estrellas. Ahora me sube a su hombro para que yo contemple por la primera vez un río. Pero el fulgor de sus cabellos me resultó fascinante, pues como era ya la noche y era marzo, y apareció la luna bajísima e inmensa, yo por la primera vez vi el mar, ¡lo vi dormido de mi madre en los líquidos cabellos!
Ahora llegamos al momento en que yo no he nacido. Ahora mi madre está tendida sobre el mundo, y el amor la agasaja como a la tierra un río de duraznos; dócil, pluvial, arbórea, taza de leche enamorada, está ahora tendida allí mi madre, cuna de flores el dulce cuenco de su vientre, para tornar – suavísima alfarera – la sustancia de siglos que cantando la nombra en la palabra de mi padre.
Madre, pequeña fábrica de amor, mansa esposa del Tiempo, milagro de tu carne fue darles forma humana a las tinieblas y recoger la noche en tus entrañas para levantarla como una espiga hacia la aurora.
Yo lo sé, yo lo sé, porque mis ojos, yo lo sé, no han conocido estrellas más suntuosas, ni mañanas más claras, ni flores más augustas, ni en fin nubes, como las que aprendí a mirar a través de tu mirada. ♥